25/04/2008 31' 1''
Castellano
Las campanas de Llorenç Barber

A cargo de Roc Jiménez de Cisneros

AVANT #2 repasa la trayectoria artística del compositor valenciano Llorenç Barber. Desde los primeros recuerdos musicales de la infancia hasta sus teorías sobre la escucha plurifocal, la primera parte del programa sigue los desarrollos de la carrera de Barber en orden cronológico, con especial ahínco en sus conciertos de ciudad y su trabajo con campanas. La segunda parte trata de retratar lo irretratable, mediante grabaciones y fragmentos de conciertos, performances y naumaquias.

Llorenç Barber fue uno de los primeros españoles en pisar los Internationale Ferienkurse für Neue Musik (Cursos Internacionales de Verano de Nueva Música) en Darmstadt (Alemania), donde en 1969 y de la mano de Berio, Ligeti, Kagel o Stockhausen entre muchos otros genios, refinó ideas en bruto y acumuló otras que despertarían años más tarde a lo largo de su larga trayectoria como compositor. Una sucesión de matices y pequeños cambios encadenados que le llevaron a practicar su personal arte sonoro bajo distintas coordenadas y formatos, saltando de la poesía fonética con su Flatus Vocis Trio, a mediados de los ochenta, hasta la electroacústica (su trabajo con el cambiante y abierto grupo ACTUM a comienzos de los setenta) o a la reduccionista poesía iconoclasta post-ZAJ (y post-Fluxus) de su Taller de Música Mundana, fundado tras el profundo impacto causado a finales de los setenta por la escena londinense de improvisadores. Y luego, claro, llegaron las campanas.

La leyenda de cómo Pitágoras de Samos descubrió por mera casualidad las relaciones aritméticas entre los intervalos harmónicos cuenta que el maestro griego pasó un mañana frente al taller de un herrero y se dio cuenta de las diferentes notas producidas por los martillos que golpeaban el yunque. Veinticinco siglos más tarde, en una calderería de Madrid, Llorenç Barber se topó con un pedazo de metal que cambió para siempre su forma de entender la composición, el tiempo, el espectro sonoro, y todo lo que cuelga de sus conciertos plurifocales, tan emparentados con la música de las esferas como las mismas teorías musicales de la Hermandad Pitagórica. "Me convertí en un ser distinto", afirma. "Un ser tocado por el Espíritu Santo". La campana representaba para Barber mucho más que un nuevo instrumento a explorar; a su innegable riqueza tímbrica se le añadían infinitas capas de historia, mensaje, contenido latente y, ante todo, la posibilidad de alejarse de una vez por todas del confinamiento del escenario y la academia que desde siempre le incomodaron, para dar forma a un nuevo concepto de escucha.

Y como el resto de su carrera, la aportación a la campanología y la plurifocalidad de Barber es amplia y variada. Desde de los recitales de delicados harmónicos de su artesanal "campanario portativo", hasta los descomunales y ya incontables conciertos de ciudad, donde campanarios de iglesia, bandas de música, pitos y cañones convierten el espacio en un auditorio imposible por el que pasear durante toda la ejecución de la pieza. O esos excesos sonoros conocidos como "conciertos de sol a sol", maratones sónicas en un espíritu parecido a los All-Night Concerts de Terry Riley en los años sesenta o los rituales de Hermann Nitsch en su castillo de Prinzendorf en Austria. O la continuación lógica de todos ellos, encarnada por las naumaquias: mezclas de batalla y concierto naval en las que se funden nuevamente flashes en el subconsciente individual y colectivo, tradición, instinto y la peculiar manera de concebir y explotar el binomio entorno-sonido de este valenciano universal.

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