11/02/2013 55' 10''

A cargo de Alan Bishop

Para mi todo empezó en Saginaw, Michigan, donde la radio era mi principal fuente de información; una ventana al mundo. Una década antes de la llegada de la televisión vía satélite y aproximadamente treinta años antes de que Internet transformara para siempre la forma en que la gente accede a las noticias y al entretenimiento, mi padre me compró un receptor de radio barato con bandas de onda corta, información meteorológica, policía y AM/FM. Yo tenía nueve años.

Podía escuchar otras radios pero esta era diferente: me ofrecía más que las frecuencias de onda media AM que eran habituales durante los años sesenta (la FM todavía era insignificante en la época). Estaba totalmente fascinado por las posibilidades de la recepción de onda corta, y así empezó mi obsesión con la radio. Para mí, se trataba de una fuente vital interminable con una variedad casi infinita de sonidos. Si combinas esto con las posibilidades añadidas que ofrece la radio al cambiar de ubicación geográfica, se podría decir que la radio es el instrumento sonoro más versátil jamás construido.

En 1980 ya estaba experimentando con collages sonoros, mezclando pedacitos de sonidos de la televisión y la radio con mi propia música y grabaciones de campo. En mayo de 1983 viajé a Marbella con mi hermano y un amigo. El plan era pasar allí unas semanas en un piso de un primo mío y luego bajar a Marruecos. Pasamos los días tocando la guitarra en la calle para ganar algo de dinero para comer y beber. Por la noche me dedicaba a escanear la radio local.

Empecé a grabar fragmentos de música de Radio Tangier International, que llegaba desde Marruecos hasta mi grabadora portátil en España. La variedad de música que programaba la emisora era impresionante: jazz y be-bop, clásicos orquestales libaneses y egipcios, música folk marroquí, bandas sonoras indias, rock psicodélico de finales de los sesenta, canción francesa, etc. Jamás había escuchado tal variedad transmitida desde una sola fuente. Después de grabar unas cuantas canciones, empecé a capturar anuncios, cuñas, interludios y bloques de noticias. Este proceso continuó hasta mi llegada a Marruecos, donde pasé los siguientes dos meses.

Escuchar emisoras de radio locales es una forma lógica y efectiva de entrar en contacto con los estilos musicales de un país o región. Mi intención original era grabar trozos de canciones para poder reproducirlos en las tiendas de discos locales y así averiguar el nombre del artista y la canción para comprar el álbum o la cinta. Pero a medida que iba grabando segmentos de música en casete, tomé conciencia del extraño collage sonoro que se creaba poco a poco. A partir de ahí empecé a manipular la radio para conseguir este efecto de forma intencionada.

Mi objetivo era crear un collage sonoro en tiempo real, aunque enseguida desarrollé una habilidad para la edición de estos segmentos (Radio Algeria contiene más de 70 cortes, y Radio Sumatra más de 100). Radio Morocco fue el primer collage que monté siguiendo el formato de la radio regional/nacional.

Después de grabar horas de audio meticulosamente seleccionado, secuencié mis fragmentos favoritos para crear una mezcla de una hora de duración a modo de resumen. No tenía ni idea de que, veintiún años más tarde, se convertiría en el primer collage radiofónico local jamás publicado. Utilicé una combinación de retransmisiones de AM, FM y onda corta en las que había desde música bereber hasta canciones populares marroquíes y egipcias o emisoras internacionales como BBC, Radio France y Radio China.

 

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