17/06/2008 37' 42''
Castellano
Francisco López

A cargo de Roc Jiménez de Cisneros

AVANT #3 repasa la trayectoria artística de Francisco López a través de este monográfico. A finales de los años setenta, Francisco López comenzó desde su estudio casero en Madrid una de las trayectorias más sólidas del arte sonoro internacional. Manipulando grabaciones naturales, este biólogo-músico ha desarrollado a lo largo de estas décadas los fundamentos de eso que él denomina "música concreta absoluta"; una aproximación a la materia sonora que parte de la naturaleza para recrear mundos paralelos y realidades virtuales de extraña belleza.

Uno de los rasgos más interesantes (y al tiempo paradójicos) de la producción artística de Francisco López, es que a pesar de que en la actualidad es relativamente sencillo establecer lazos conceptuales entre ciertas tradiciones filosófico-artísticas de los últimos dos siglos y su trabajo, en realidad este fue gestado desde un aislamiento –personal, cultural, generacional– en el que no penetraban muchos estímulos externos. Hoy resulta fácil conectar la obra de este madrileño nómada a las teorías de Goethe, Richter, Herder y otros iconos del romanticismo germano, que formularon las bases de lo que dio en llamarse música absoluta: un nuevo paradigma estético y formal que desterraba la palabra como vehículo e hilo conductor, para concentrarse en los sonidos puros como verdaderos representantes de las emociones humanas. O a la "musique concrète" de Pierre Schaeffer y sus discípulos...

El mismo López ha utilizado durante años la expresión "música concreta absoluta" para acotar de alguna forma los límites de su propuesta. Pero lo cierto es que a finales de los años setenta, cuando López comenzó a manipular cintas de casete y grabaciones ambientales en su estudio casero en Madrid, lo hizo desde el más sincero desconocimiento de todas esas escuelas. Y es que su forma de percibir, concebir y tratar la materia sonora ha tenido más que ver con su propia visión del mundo, influenciada por la cultura popular (desde las múltiples ramificaciones de la música rock alternativa hasta las bandas sonoras de Hollywood), que con una conexión directa con la academia.

Tal y como ocurrió con otros artistas de su quinta, la obra de Francisco floreció (con dificultad) en un underground rico a la vez que disperso, la cultura del casete que bebía del mail art y la ética punk, y que dotó a los experimentadores de la época de una red de intercambio compleja, cuyas bases se extienden hasta nuestros días.

Lo paradójico para algunos, es que partiendo de esa premisa eminentemente post-pop, honestamente antiacadémica, López haya logrado construir una de las carreras más sólidas del arte sonoro internacional, con el reconocimiento unánime de la crítica, el mundo del arte y la comunidad mundial de la música experimental. Manipulando a voluntad grabaciones de entornos naturales, este biólogo-músico ha desarrollado a lo largo de estas décadas una aproximación al sonido que parte de la naturaleza para recrear mundos paralelos y realidades virtuales de extraña belleza, con una narrativa y un canon estético propios.

Francisco López convierte las grabaciones ambientales captadas por su equipo en mundos imaginarios tan fascinantes como desconcertantes. Universos alternativos que requieren de una escucha profunda, desvinculada de prejuicios estéticos y, sobretodo, de la necesidad de asociar lo que oímos a nuestro entorno real. Porque a pesar de que los ingredientes esenciales del trabajo de López –sus "objetos musicales", en términos schaefferianos– provengan en muchos casos de la naturaleza (insectos, ríos, viento, pájaros, paisajes sonoros urbanos), su música trasciende por completo el contexto original de estos fonemas.

En los últimos años, su vasta discografía (sencillamente inabarcable), se ha extendido con una serie de trabajos sin título, con un número de catálogo como única pista, como si de la clasificación Köchel se tratara, donde no suele haber referencias explícitas ni al origen de sus fuentes sonoras, ni a las posteriores manipulaciones. Algo así como la antítesis de la obra del británico Chris Watson, miembro fundador de Cabaret Voltaire en los ochenta y en la actualidad artista sonoro especializado en grabaciones de campo de animales y entornos naturales. En las grabaciones de Watson, retratos de cotidianeidad nunca vista/oída en parajes salvajes recónditos del planeta, (re)conocer el origen de lo que se escucha es parte de la experiencia; prácticamente un requisito indispensable para su disfrute. En el caso de López, no saber nada a priori, aproximarse a su marmita sónica con una venda en los ojos (literalmente) y en la conciencia (en sentido figurado), es igual de esencial para conectar de lleno con las esencias humanas universales que recubren el tejido de sus composiciones.

La misma solemne oscuridad que rige en su puesta en escena preside el grafismo de cada una de estas ediciones sin título, tan parcas en explicaciones como en adornos gráficos/visuales: una clara invitación a escuchar por encima de todo. A concentrarnos en lo que suena y a dejarnos absorber por estas realidades inmersivas, sublimes, deformadas, aumentadas, improbables pero perfectamente posibles.

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